sábado, 3 de marzo de 2012




POLIFONIA DE HISTORIAS



EL JUEVES PRIMERO DE MARZO, en el espacio permanente de Cuenteros y Cuentistas, AC se presentó el libro de la gran amiga entrañable, Cecilia Colón, La bailarina del Astoria y otras leyendas...

En la charla salió a relucir la pasión, el gusto que tiene Cecilia por la ciudad de México. Charlamos de la antigua traza de la otrora ciudad española (Eje Central, Av. Izazaga, y las calles Jesús María y Perú del lado oriente y norte, respectivamente) y de cómo en el siglo XVIII el cosmógrafo del virrey y amigo de Sor Juana Inés de la Cruz, don Carlos de Sigüenza y Góngora salvó del fuego fojas y legajos del antiguo archivo del entonces Ayuntamiento de la Capital de la Nueva España. Y cómo en tiempos de la Revolución Mexicana, el historiador del último tercio del S. XIX, don Luis González Obregón puso en riesgo su vida para salvar los documentos de la trifulca y los "trifulcadores".

También hablamos que con las leyes de Reforma de Benito Juárez como iglesias del centro Histórico como La Enseñanza (calle de Donceles, entre Brasil y Argentina) y la de Regina Coelli (Regina y Bolívar) que no fueron cuartel, mercado, vecindad... Y se mantienen hasta la actualidad intactos sus retablos. La primer a, por cierto, se caracteriza por la gran cantidad de reliquias de santos y mártines que tiene. Visítelas. Después de todo e independientemente de la libertad de credos, son parte de nuestro patrimonio y arte sacro.

Cecy Colón recordó a un gran cronista de la ciudad de México y literato, don Federico Gamboa, autor de Santa... "Se publicó en 1903 y estaba prohibida su lectura para mujeres. Si la Santa Inquisición existiera a principios del S. XX seguro la drecretaba como una obra prohibida, como lo hizo con La dama de las camelias..."

Lo cierto es que Cecilia Colón se ha dedicado a urgar las crónicas y las leyendas que se cuentan en la capital del país y publicó este libro... Pero no crea el lector que sólo son leyendas viejitas, también hay algunas muy contemporáneas. Le queremos compartir un par de éstas y busque el libro y déjese seducir por las historias de entes que se las ingeniaron para cumplir su última voluntad o dejar de penar... escríbale a Cecy y compre su libro... cecicolon@prodigy.net.mx



EL INOCENTE

A Víctor García

El tío Federico era carcelero en Lecumberri, allá por los años cuarenta, cuando el Palacio Negro ponía la carne de gallina con sólo nombrarlo, cuando sus torres se levantaban anchas y majestuosas, cortando lo plano del horizonte como centinelas aguardando un ataque. Era un lugar que imponía, que daba temor; aunque ahora sea el Archivo General de la Nación, todavía da no sé qué pasar por allí. Me recuerda las historias de los presos que platicaba el tío Federico. Decía que no todos eran malos, que muchos estaban allí purgando condenas injustas… Bueno, eso era lo que alegaban ellos; muy pocos reconocían sus crímenes y culpas, pero no han de haber sido tan blancas palomas, puesto que estaban allí.
Uno de estos "inocentes" era Ramón López, un preso que purgaba cinco años de condena por robo. Claro que él lo negaba, pero el caso es que estaba "guardado". El tío Federico lo describía como un hombre tranquilo, no se metía en broncas con nadie. Se acordaba muy bien de él, decía que era alto, robusto, de pelo negro y chino, hasta pasaba por guapo. Recordaba que Ramón López era agradable, contaba muchas anécdotas de sus correrías por el barrio de Santa Julia, la Roma, la Condesa, la Guerrero; había vivido en muchas colonias y en ese tiempo las rentas eran bien baratas y luego luego encontrabas casa. Casi podías escoger la calle en que querías vivir, no como ahora. Era otro México.
Más de una vez, el tío Federico trató de sacarle a Ramón la verdad de su delito, pero jamás lo consiguió. Sin embargo, cuando dejó la cárcel se despidieron bien: "Algún día nos hemos de volver a encontrar, don Fede -le dijo con una sonrisa de satisfacción-. Yo no soy ingrato, no olvido a los amigos y usted es uno de ellos". Agarró su maleta bien contento y se fue después de darle un apretado abrazo al tío, quien lo vio alejarse sin volver la cabeza, impaciente por recorrer las calles, por respirar el aire que estaba afuera de la cárcel y que olía muy distinto a la humedad y al fierro mohoso de Lecumberri.
Pasaron cinco años y el tío Federico seguía de carcelero. Una tarde, iba caminando por la calle de Madero, en el Centro, cuando se encontró de frente con Ramón López. Si no hubiera sido porque él mismo lo saludó, mi tío nunca lo hubiera reconocido. Andaba de traje, con zapatos de charol, sombrero, hasta parecía otro. Con su sonrisa de siempre se le acercó y, tal como le había dicho cuando se despidieron, no se olvidaba de los amigos. Lo invitó a tomarse una copa en la cantina La Ópera, la que está en Cinco de Mayo. A mi tío le dio tanto gusto verlo que aceptó sin remilgos.
Al calor de los tragos, salieron los recuerdos, los comentarios, las confesiones y… mirando a mi tío directamente a los ojos, Ramón le dijo que sí había robado mucho dinero, que había "visitado" varias casas ricas de la Condesa, por eso conocía tan bien esos rumbos. Desgraciadamente, un soplón lo echó de cabeza en el último robo, pero se dio cuenta a tiempo y logró esconder todo en un sitio que nomás él conocía. La policía nunca encontró nada por más que buscó y volteó su casa de cabeza. El problema fue que unos ricachones alcanzaron a reconocerlo y por eso llegó a Lecumberri.
Ya te imaginarás la cara que puso mi tío cuando Ramón terminó diciéndole que ahora vivía de "sus rentas"; hasta la borrachera se le bajó. Le aconsejó que no fuera tan ostentoso, ni que anduviera presumiendo su bonanza, ¿qué tal si alguien los había escuchado? Ramón soltó una carcajada que llenó toda La Ópera. "Todos los que están aquí no pueden hacerme nada. ¿Y sabe por qué, don Fede? ¿Sabe por qué? -insistía-. Porque ahora tengo dinero y soy poderoso, y porque no pueden juzgarme dos veces por el mismo delito". Recordaba mi tío que cuando le dijo esas palabras, la mirada del hombre le dio miedo, sintió un escalofrío muy raro, como si estuviera con el mismo demonio. Así que prefirió cortarle por lo sano y se despidió de él. En la puerta de la cantina volvieron a darse un abrazo y cada uno jaló para su rumbo.
Habían pasado unos días y mi tío todavía seguía dándole vueltas al asunto. Se le enchinaba la piel nomás de acordarse de todo lo que le dijo Ramón, y de sus miradas…
La tarde de ese viernes, Óscar, otro de los carceleros, regresó de sus vacaciones y le preguntó si ya sabía la noticia. "No, ¿qué pasó?", le preguntó mi tío. Óscar le extendió un ejemplar de La Prensa de dos semanas atrás, que traía la crónica de la muerte de un hombre rico a manos de un ratero. El tío se quedó paralizado al ver que el muerto era nada menos que Ramón López. "¡No puede ser! ¡No puede ser!", repetía una y otra vez sin soltar el periódico y sin poder salir de su asombro. El amigo tuvo que zarandearlo para sacarlo de esa turbación y cuando lo logró, mi tío le dijo que apenas hacía una semana se había ido a beber con Ramón a La Ópera.
El pobrecito nunca se explicó qué sucedió. Él ya no vive, pero hasta el final de sus días, en cada aniversario de la muerte de Ramón, le mandaba decir su misa y le prendía una veladora. El tío aseguraba que cuando se acercaba la fecha, por las noches, en Lecumberri, oía unos pasos y juraba que eran de Ramón. Decía que hasta veía su silueta, muy elegante, de traje nuevo y con sombrero, tal como lo viera la última vez.

CECILIA COLÓN Es Licenciada en Literatura Latinoamericana, por la Universidad Iberoamericana; tiene la especialidad en Literatura Mexicana del Siglo XX por la UAM-Azcapotzalco, es Maestra en Letras Mexicanas por la UNAM y es doctoranda en Historiografía en la UAM-Azcapotzalco.Tiene 5 libros publicados: Citlali y otros relatos, UAM-Azcapotzalco (2000), La bailarina del Astoria y otras leyendas, Plaza y Valdés (2002), en el año 2005 éste ganó el concurso de Bibliotecas de Aulas convocado por la SEP; Desayunos literarios(entrevistas) UAM-Azcapotzalco (2009) y Caminando por esas calles de Luis González Obregón, UAM-Azcapotzalco (2009) y Cala-Véritas (2010). Le interesan la historia y las leyendas de las calles de esta ciudad que recorre incansable, sobre todo, cuando algún aparecido llega hasta su estudio y le pide la caridad de escuchar su desgracia para obtener el descanso de su alma acongojada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario